domingo, 24 de agosto de 2008

Un día menos, ¿qué más da?

¿?
11:31
...
11:47
...
11:57
...
11:59!
4..
3..
2..
1..
0.00!!!!................
...
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¿?

...
...
( ).

Nada pasa cuando uno está de cumpleaños. Y está claro el por qué. Que se cumpla cierto número de vueltas completas exactas de la tierra desde el momento en que salimos del vientre, no es un motivo para andar celebrando ni menos para que surgan espontáneamente agradables momentos. Además se sabe que los numeros enteros positivos son infinitos y al parecer de esta forma entiendo la vida. Es la única razón que encuentro para aún no decidirme a mandar todo a la mierda y renunciar de una vez y para siempre al tipo de vida hacia el cual camino todos los días.

Deberíamos de alguna forma establecer nuestra fecha de muerte, y celebrar aquel día todos los años. Esta no sería ya una cuenta en teoría infinita por su progresividad sino finita por su regresividad.
Así, cada 356 amaneceres recordaríamos que la energía vital en cada momento desde nuestro nacimiento está en proceso de fuga. En algún lugar entre la posible angustia, pena, incertidumbre y nostalgía, podría establecerse la valentía, el deseo de libertad y el desapego por lo que transforma en mefítico el aire que apenas respiramos para seguir viviendo.

Esa sería una verdad que yo celebraría con gusto; los seres vivos tendemos individualmente hacia el cero, no hacia el infinito.

Te toca!