viernes, 19 de agosto de 2011

Una sola vez


Hace seis semanas atrás una mujer roborizada cerraba la puerta y le ponía pestillo, dejando adentro de la habitación junto a ella a un hombre que la esperaba en medio de la noche. Lo que ocurrió entonces será por siempre un misterio pues nada se oyó y nada se supo.

Seis semanas después en la penumbra de la noche la señorita volvía a cerrar la puerta y le ponía cerrojo, esta vez, para dejar afuera a aquel joven que no hizo muchos esfuerzos por entrar pues su intención era devolverle un pañuelo. Recordó entonces lo que hace tiempo había aprendido; cuando una mujer decide cerrar una puerta no hay forma de volver a entrar. Por fin se relajó y con un suspiro y una sonrisa dijo adiós. "Por cada puerta que se cierra, diez se abren"- había leído alguna vez.

A partir de ese momento hubo entre ambos un inexplicable pacto de no volver a hablarse.
En el paño hay ahora un nudo apretado y parece que no es adecuado intentar algunas cosas más de una sola vez.